La suite del ático era la habitación más cara del hotel “Moon By The Sea” y Sal Huisman se recreó al entrar en ella. Era el primer momento de paz que había tenido en los últimos días.
Sal se acercó a la terraza y se retiró la barrera calórica que retenía la agradable temperatura dentro de la habitación. El campo de fuerza se cerró de nuevo al salir él. Una fuerte ráfaga de aire helado le hizo tambalearse.
La vista desde el piso 517 que ocupaba era particularmente impresionante. Sólo en el planeta Athena se podía disfrutar de 13 lunas en el cielo durante la noche. Éste había sido uno de los motivos que años atrás habían fomentado una actividad turística en la parte más cálida del planeta, turismo que había ya desaparecido, devorado por nuevos paraísos que no exigían una carísima teleportación para disfrutarlos. Sin duda, los nuevos tiempos eran tiempos extraños y difíciles.
Contó las lunas, como había hecho la primera vez que viajó allí siendo un niño y, como entonces, faltaban dos: sólo durante pocos segundos cada noche podían observarse simultáneamente todos los satélites de Athena en el cielo. A pesar de todo, el recuerdo de la infancia que ahora veía más lejana que nunca le reconfortó, pero de una manera enfermiza; era consciente de que sería un fugitivo durante el resto de su vida que, siendo sinceros, se prometía bastante corta.
Pero fíjese usted por dónde... ¡Ni más ni menos que el mismísimo Sal Huisman, insigne autor del celebrado relato "El contable" que seguí con fruición hace tantos meses ya!
Algo me decía, amigo mío, que era usted. Es usted una caja de sorpresas.
Prometedor comienzo, sí señor.