Day 2-Time: 01.35Sal despertó unas horas después. Un hombre entró en la habitación, deslizándose, acompañado de un grupo de
cyborgs y vestido con una camisa de leñador marrón
Tenía unos treinta años, su pelo era brillante, oscuro y lucía un discreto tupé ; era de complexión extremadamente atlética y enérgica. De hecho, era más parecido a un jugador de la Liga Profesional de GravitoRugby que a un... bueno, lo que fuera. Se movía por la estancia con elegancia y mucha rapidez; realmente era la velocidad la cualidad que parecía definirlo: era
muy rápido.
—Dolphin, Dolphin... —susurraban los hombres melenudos que habían atado a Sal.
El hombre gesticulaba con un exceso de energía mientras se acercaba a Sal Huisman, que le observó presa del terror; tenía el convencimiento de que ese individuo podía arrancarle la cabeza sin esfuerzo.
Dolphin se plantó ante él y le contempló con unos ojos profundamente azules, que sorprendían aún más en un pretendido asesino. Le sonrió con extremada dulzura.
Es bello, pensó Sal irreflexivamente, es un Dios.
—Bueno, bueno... ¿quién ha venido a cenar hoy? —dijo Dolphin. Su voz era directa, acostumbrada a mandar y templada por años de climatización subterránea.
—Me llamo... —empezó a decir Sal.
—Ya sé como te llamas —le interrumpió Dolphin. Se levantó de repente, de un salto casi virulento, y le apuntó con su poderoso brazo—. Tú... Tú eres el que buscaba a Leelan.
—Así es —corroboró Sal—. Quería verle porque...
Dolphin le detuvo con un gesto de su mano.
—No digas más, no digas más —le espetó—. Sabía que vendrías, pero no imaginaba que intentarías llamar tanto la atención, vestido como un perro gigante... ¡Eso es provocar!
—He captado que no soy bienvenido.
—¡Te podrían haber matado! —gritó Dolphin que dio una vuelta sobre sí mismo. Parecía que hubiera desayunado un bol de leche con anfetaminas. Ahora se dirigió al grupo que había atrapado a Sal— ¡Luthers!
—Mándanos Dolphin —dijo el que parecía ser el líder.
—¿Dónde está el viejo que venía con él, eh, eh? ¿Dónde está?
—No lo sabemos, lo interceptaron a la entrada. No sabemos si está vivo.
—¡CÓMO QUE NO SABÉIS SI ESTÁ VIVO! —aulló Dolphin—. Id volando y traédmelo de una pieza antes de que alguno de esos botarates que tengo por empleados lo liquide. ¡Luthers, os digo que si no está incólume ante mi vista en breves
scotts seréis calcinados por mi justa ira!
Todos se inclinaron e, inmediatamente, salieron de la habitación a trompicones.
—A estos —le dijo a Sal cuando los Luthers habían salido—, hay que darles un poquito de dramatismo. Funcionan mejor.
—Ya.
Dolphin hizo un rápido movimiento y Sal Huisman se encontró libre de sus ataduras.
—Ahora, campeón, dime qué cojones estás haciendo aquí, ¿no te dijimos que esperaras noticias, que nosotros nos pondríamos en contacto contigo?