- 3.08 -


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Recordarme (?)



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—Hablo en serio —insistió Sal intentando desviar su mirada del mentón aceitado del viejo—: Los parques temáticos desaparecieron hace más de dos siglos. ¿De qué me está hablando?

—Verá, señor Rogers… —dijo Walt Disney masticando cada sílaba— Es una historia larga y difícil de contar. ¿Cree usted en la resurrección de la carne?

—Básicamente no. Pero estoy dispuesto a escucharle… —contestó Sal Huisman, condescendiente.

—Bien… —carraspeó— Yo nací hace más de cuatrocientos años: En 1901, para ser exactos, cuando los años todavía duraban doce meses. En el año 35 antes de Burt (a. B.) para que me entienda. Lo hice en Chicago, una ciudad muy parecida a Ostrich City en muchos aspectos.

—Aham —asintió Sal cuando lo único que pensaba era “maldito viejo loco”.

—Tuve suerte. Las cosas me marcharon bien allá en la Tierra. Comencé haciendo animaciones, ya sabe, aquellos antiguos dibujos animados que divertían tanto a niños y mayores, y con el paso del tiempo acabé por fraguar un verdadero imperio que llevó mi nombre: Walt Disney. Muy pocos recuerdan ya ese nombre pero le juro, amigo mío, que en el siglo XX no había nadie sobre la faz de la tierra que no conociese al viejo Walt.

—Entiendo —contestó Sal con cara de circunstancias cuando lo único que pensaba era “tengo que salir de aquí enseguida”

—A los sesenta y cinco años pasé a mejor vida. Fallecí clínicamente. O eso dicen. Verá: Un año antes de descubrir que tenía cáncer de pulmón cayó en mis manos un librito muy interesante de Robert Ettinger, un catedrático de física de la Universidad de Michigan. Se titulaba “El prospecto de la inmortalidad” y confieso que lo devoré con fruición. En aquel tiempo ya estaba obsesionado con la idea de la muerte, pero especialmente con la idea de la vida eterna.

—Lógico —apostilló Sal sonriente, cuando lo único que pensaba era “está como una auténtica cabra”.

—Llegué a fundar, fíjese usted, la Comunidad del Mañana. Pero fue un auténtico fracaso según he leído en los informes redactados por mis herederos. La idea era devolver al hombre la ilusión de ser inmortal, o al menos, de prolongar su existencia.

Sal permaneció en silencio; ladeó ligeramente su cabeza hacia la izquierda.

—Fallecí el 15 de diciembre de 1966, diez días después de mi sexagésimo-quinto cumpleaños. No me enteré de nada. Todo está en mi informe médico. La causa de mi muerte fue un paro cardíaco. La hora de mi defunción, las nueve y media de la mañana, hora de Burbank, Los Angeles, California.

—Dígame, ¿Intenta tomarme el pelo? —preguntó Sal, desconfiado.

—No —le cortó Disney—. Escuche: En cuanto mi corazón dejó de latir, me inocularon heparina para evitar que mi sangre se coagulara. Después me practicaron respiración artificial y masaje cardíaco externo para que la sangre oxigenada circulase a medida que enfriaban mi cuerpo gradualmente con hielo. Me inyectaron una solución preservativa y crioprotectora, y, finalmente, congelaron mi cuerpo con el sistema de anhídrido carbónico por debajo de niveles sub-cero.

—Lo normal —dijo Sal, cuando lo único que pensaba era “está peor aún de lo que creía”.

—Todo esto, como ya le he dicho, lo sé por los informes de mi doctor de confianza, Rod Marshall. Una eminencia en aquella época. Siete generaciones de Marshalls han cuidado de mi cuerpo durante todo este tiempo, durante todos estos siglos.

—Creo que comeré un poco —dijo Sal mientras se servía un trozo de muslo encarnado y grasiento en su plato de papel del perrito Pluto.

—Así que, mire qué cosas, he estado hibernando durante más de trescientos años en una unidad cryo-care a una temperatura de -195 Celsius, abastecida de forma permanente con nitrógeno líquido BF5 System, en uno de los sótanos de la organización criónica Alcor Life Extension Foundation, en Scottsdale, Arizona.

—Interesante —dijo Sal limpiándose la barbilla con el antebrazo.

—Espere, le traeré una servilleta.

La servilleta decía “Disneyland Resort. Welcome to the Magic!”. Las letras, inscritas sobre la silueta de una especie de edificio con almenas puntiagudas, eran rústicas y doradas. Sal se deshizo de los restos de grasa contra aquella leyenda.

—Entonces, ¿Pretende decirme que tiene cuatrocientos catorce años?

—En cierto modo sí. Aunque reales sólo sesenta y nueve. Fui resucitado hace cuatro años. Pero mi antigüedad, como bien dice, es de cuatrocientos catorce años.

—¡Joder! —concluyó Sal mientras intentaba ahogar un eructo inútilmente. ¿Y cómo es que ha venido a dar aquí con sus huesos?

—Supongo que, como todos, porque esperaba que esto fuese mejor que la Tierra. ¿Le apetece postre, señor Rogers?

—Me apetece —contestó Sal, alias Buck Rogers— Y si fuese posible, me gustaría poder disponer también de mi ropa. Aquí hace un poco de frío, ¿sabe?

—No creo que sea inteligente salir a la calle con la misma ropa con la que entró, señor Rogers. Le reconocerán en cuanto salga y le lincharán —dijo Disney, pensativo, mientras miraba al techo de la habitación— ¡Espere! ¡Tengo algo en el armario de mi habitación que creo que podrá servirle!


5 Responses to “- 3.08 -”

  1. Blogger Rebe 

    Miedo me da imaginar el modelito que guarda en su armario :)

  2. Blogger Eowin 

    Al final he podido leer no obra desde el capitulo 1 hasta el 3.3, hoy me comeré los restantes.., creo que has encontrado una asiduo a tu pagina,...me gusta mucho tu escrito, derrochas fantasía a doquier, me gusta el modo en que has podido diseñar, un mundo tan completo, describiendo de una forma concisa sin perderte en largas descripciones. Con pequeños detalles todos somos capaces, de andar por las calles heladas. Ostrich City, o el calido subsuelo..., Los personajes poco a poco se desgranan, viendo sus almas.., me encantan los guiños, que haces a nuestra realidad.... Lo de Burt Reynolds es un puntazo..y como no , entro todos los pueblos del mundo la hegemonía del futuro, en manos de los Armenios,... me encanta.
    Estoy imprimiendo los nuevos capítulos y haciendo tiempo para llegar a casa y conocer ese nuevo personaje tan mundialmente famoso como es Disney...

  3. Blogger rayhodges 

    Recuerda Eowin, que los spin off proporcionan información valiosa sobre los personajes, aunque todavía no son esenciales para seguir la trama principal de ésta, mi cuarta novela, pero la primera escrita para este medio y la única basada en hechos reales (creo).

  4. Blogger Sal Huisman 

    Creo "Ray", como te haces llamar ahora, que debes haberte olvidado de tomar tu medicación antipsicótica

  5. Blogger rayhodges 

    En mi modesta opinión Sal, no te haces acreedor de mi aprecio.

    Demuestras ser una persona discutible y me estoy planteando retirarte de mis vínculos recomendados, pues hay gente que incluso se queja de la calidad de tu escrito y tu incumplimiento de las fechas de entrega.

    Sin embargo seguiré contando tu historia, ya que me considero un fiel cronista de la realidad futura

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El Autor

    Ray Hodges
  • rayhodges
  • Ostrich City, Athena
  • RAY J. HODGES nació en Dayton, Ohio, en 1945. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Columbia. Tras obtener su título universitario, y ante la imposibilidad de encontrar empleo como periodista, se dedicó a la vida contemplativa y al estudio del canto del estornino californiano. En 1978, a la tierna edad de 33 años experimentó una epifanía, se trasladó a vivir a España y se rebautizó José Antonio Labordeta pero nadie le creyó. Ha estado casado cuatro veces y se ha divorciado otras tantas. En la actualidad le es imposible desplazarse por motivos familiares.
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