El Clan de los Armenios no era más que una nueva forma de denominar a una vieja mafia. Antes de la primera crisis de la Tierra en el año 2290, durante los Felices 80, los Armenios eran perseguidos sin descanso por las fuerzas de seguridad terrestres y, a pesar de su inmenso poder, se veían arrinconados por una ciudadanía que estimaba que sólo las mafias se interponían entre ellos y la definitiva prosperidad. Los Armenios, el clan más importante, se había trasladado a Athena, buscando un sitio más tranquilo desde el cual gestionar sus actividades, sin la presión continua de los terráqueos y aprovechándose de la teleportación que hacía furor en esos días.
Alrededor de 2295, se habían instalado definitivamente en Athena, haciéndose con el control de los touroperadores espaciales que empezaban a invadirnos con las malditas divisas. En nuestro planeta controlaban el juego, las drogas y la prostitución, las tres actividades legalizadas por la I Constitución de Bismarck en el 2077 y que habían supuesto el despegue económico de nuestro planeta.
Los Armenios lo controlaban todo y, a esas alturas, no les importaba lo más mínimo una Tierra en decadencia. El dinero estaba aquí.
Ante la falta de liderazgo, en la Tierra nuevas bandas se habían comido el pastel. Desde principios de siglo Fabrizio Chinarro había surgido de las cloacas de Lisboa para hacerse con el control. Los Armenios se habían relajado y, con la distancia que de repente se había convertido en insuperable debido a la Crisis de la Teleportación, Fabrizio se quedó con todo.
Un plan de acción astuto y osado le permitió debilitar a los Armenios primero y luego atacarlos, pero no utilizando a su gente, sino principalmente a la policía y a diversos esbirros de Athena. Los cuerpos corruptos tenemos estas cosillas: nos vendemos al mejor postor.
Actualmente, con el turismo espacial reducido a cero, las actividades más provechosas volvían a ser las clásicas putas y las drogas; cualquier cosa que sirviera para olvidar la Galaxia en la que estamos. Fabrizio Chinarro era, de facto, el emperador en la Tierra, pues los Estados tenían un papel meramente testimonial (carecían de ejércitos organizados) en esa selva en la cual se ha convertido el lugar de nacimiento del gran Burt Reynolds. La verdad es que mandaba sobre todo el Sistema Solar... y hasta ahora también aquí.
Su principal mérito era su legendaria crueldad y, a la vez, su generosidad: a todos los participantes les dejaba ganar un pellizco importante y los mantenía contentos, salvo que alguien de la cadena fuera demasiado codicioso. Con ése no tenía piedad.
Sin embargo, en los últimos meses, había aparecido un nuevo líder armenio en Athena, que había reagrupado el clan: Leelan Spandarian —o L.S. como le gustaba hacerse llamar— había conseguido apartar a los hombres de Chinarro de la ciudad. Conocido por su extrema ferocidad, manejaba con mano de hierro el mundo del hampa de Ostrich City. Si Huisman venía a verle o si tenía algún tipo de relación con él, eso no podía traernos nada bueno. No tenía ninguna intención de que comenzase una guerra de bandas interplanetaria.
Nuevas preguntas aparecían y seguía sin saber en que lugar encajaba el pretendido suicida.