- 4.06 -


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Time: 8.03

Salgo de la dermoletrina —la pelea con Miranda me ha causado un inusitado apretón— percibiendo como el elegantemente discutible olor de la jiñada se cuelga en mi hombro como un mono loco. Algunos policías se voltean al verme pasar, otros hacen gestos de asco... Mi popularidad no hace sino aumentar en el Departamento de Policía de Ostrich City.

A pesar de todo, las gasas limpiadoras han permitido dignificar, hasta cierto punto, mi presencia personal antes de abandonar el edificio. Me encuentro momentáneamente mejor, pero cada día me parezco más a Big Joe, un tío gordo que colaboraba con los traficantes de Myers y que, tras su paso por los calabozos inhibidores hace unos años, dejó un aroma pestilente el cual algunos de los guardias que trabajaron esa noche siguen percibiendo en la planta 85 donde alojamos al sujeto; algunos de ellos aseguran tener todavía pesadillas durante las noches, lo que les hace vomitar compulsivamente en el Campo Gravitacional de Descanso lo que, pueden creerme, no es muy agradable. Que triste leyenda sobre un calabozo encantado a base de pedos.

No sé dónde está Miranda Butler, ni me importa lo más mínimo.

Llego al segundo nivel subterráneo de la Comisaría, me encajo como puedo en mi holocoche particular y salgo de allí.

Me sumerjo en el loco tráfico de Ostrich City, hacia la salida de la ciudad. En el extremo sur de la misma se me acaban los túneles. A partir de ahí tengo que viajar a cielo abierto.

No es que eso sea particularmente peligroso —mi coche está preparado para el frío— pero sí muy incómodo: las turbulencias y el cierzo agitan al coche como un malabarista borracho, además de dispararse el consumo fuera de la atmósfera controlada del subsuelo lo que, al nivel de precios que adquirió el combustible con la Crisis de la Teleportación, me obligarían a pasarle al departamento una interesante nota de gastos.

En los alrededores de Ostrich está Ingmar City. Ambas localidades están separadas por el río Cannonball, que da nombre al valle en que se encuentran estas dos ciudades y que está circundado por la serranía de Olimpia. Es un tranquilo pueblo costero, que antiguamente alojó las villas de millonarios terrestres y que en la actualidad es zona ocupada por los potentados de Athena.

Time: 8.59

Todo en Ingmar City era un gran decorado. Imaginado en los 80 como un complejo turístico, comprendía un falso pueblo de pescadores africanos que se trajeron de la antigua Zanzíbar. Tuvo tanto éxito que los terrícolas empezaron a comprar lujosas villas en las faldas de la sierra de Olimpia, que se llenaron de actores y jugadores de pelota. Las antiguas villas se reformaron con el cambio climático y ahora tienen grandes porches protegidos con barreras térmicas y vistas sobre la bahía. Yo nunca podría permitirme algo así, no soy un importante policía que esté muy arriba en la lista de amigos de Fabrizio Chinarro. Aquellos habitantes que trabajaban en Ostrich se podían permitir el viaje en aerocoche o viajaban en el exclusivo tren gubernamental propulsado por turingio que llegaba hasta el centro de la ciudad, en plena Burt Plaza.

La casa de Kirkland y Komaropoulos era modesta, mas con cierto encanto. Se encontraba en el puerto y era una pequeña vivienda de dos alturas de color azul. Había aparcado en el único subterráneo de la calle y cruzado hasta la puerta del difunto Komaropoulos. Las galerías eran en Ingmar diferentes a Ostrich City; aquí no siempre estaban en el subsuelo, sino que a menudo eran túneles transparentes por encima de la tierra, algunos incluso elevados decenas de metros, lo que permitía disfrutar de la salvaje naturaleza de este planeta. Esta ciudad era un sitio elegante.

Pulsé el timbre de la casa. Sonó una melodía que identifiqué como una antigua canción de Goyo Ramos, tatarabuelo del primer alcalde de Ingmar City.


1 Responses to “- 4.06 -”

  1. Blogger Eowin 

    Dios Mio si estas describiendo Oropesa del Mar....,


    Tu heroe me recuerda a un amigo conocido .. que se dedicaba a no se que de una cripta embrujada donde habia aceitunas.. ;)

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El Autor

    Ray Hodges
  • rayhodges
  • Ostrich City, Athena
  • RAY J. HODGES nació en Dayton, Ohio, en 1945. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Columbia. Tras obtener su título universitario, y ante la imposibilidad de encontrar empleo como periodista, se dedicó a la vida contemplativa y al estudio del canto del estornino californiano. En 1978, a la tierna edad de 33 años experimentó una epifanía, se trasladó a vivir a España y se rebautizó José Antonio Labordeta pero nadie le creyó. Ha estado casado cuatro veces y se ha divorciado otras tantas. En la actualidad le es imposible desplazarse por motivos familiares.
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