Hemos repasado los datos del registro del hotel. Está claro que Val Buisman no era más que una distorsión fácil de la firma de Sal Huisman. Me extraña mucho la poca originalidad del delincuente más buscado del planeta. Sólo la falta de medios justificaría una falsificación tan tosca y pueril. Me niego a creer que sea tan necio. Me cuesta creer que sea tan estúpido.
Las tetas de Miranda sobre el mostrador de recepción me han puesto muy cachondo. He tenido una erección de más de un minuto durante el trayecto en ascensor hasta la última planta del hotel. Me siento orgulloso de mi vieja polla. Me siento vivo.
Las tetas de Miranda son blancas y redondas como dos lunas vírgenes. Por suerte para mi dignidad, la gabardina me cubría la polla. Creo que ni ella ni el ascensorista se han dado cuenta de lo dura que la tenía. No es que abulte mucho, pero los pantalones de licra thermolactyl del uniforme no dejan demasiado a la imaginación.
No puedo dejar de pensar en sus tetas balanceándose sobre mi cara. Estás enfermo, me digo con frecuencia. Eres un maldito viejo enfermo. Y no hago más que pensar en tetas blancas y sudorosas. Tetas de marfil. Tetas redondas de novicia. Pienso en ellas a todas horas.
—Hemos llegado —ha dicho el ascensorista. Ha sido entonces cuando mi polla ha desistido y abandonado al fin su actitud beligerante. Inútil pero confortadora.
Le he dado al botones una propina de 400 drulocks y nos hemos encaminado hacia la suite principal: La habitación 115.
Mientras caminamos sobre la alfombra de pelo largo me digo: Siph, eres un jodido romántico. Y no me falta razón. Sólo un estúpido sentimental como yo se pondría a escribir un
diario. A mi edad.
Muy interesante tu blog.
Saludos