- 4.10 -


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Recordarme (?)



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—Y hay otra cosa... —dice la señora. Suspira y mira al tendido antes de continuar—. A mi George le obligaron a cambiar… Sí, a cambiar.

—¿A qué se refiere? —inquiero.

Entonces se desata la tormenta.

Los lamentos agónicos del antiguo Richard Kirkland hacen erizarse los pelos de mi nuca, gruesos lagrimones gotean desde su cara hasta la gruesa moqueta de sintechilindrón —un material carísimo, mi mujer nunca pudo permitírselo— que cubre el suelo del salón. Unos minutos después, cuando estoy a punto de lanzarle un puñetazo a la jeta, de forma tan súbita como comenzó, el drama se detiene. Aparentemente, vuelve a estar tranquila/o.

—A cambiar. La única exigencia que le pusieron fue implantarle una coleta, un bigote achinado y una perilla.

—¿Implantarle?

—Sí, implantarle, estúpido polizonte. Implantarle el pelo.

En ese momento acaricio la electroporra de mi cinturón. Ella ve mi gesto y deja de provocarme, salvando su cuerpo operado de una reversión traumática a su estado original.

—Mi marido era lampiño. Apenas tenía pelo, ése era uno de sus mayores encantos.

Viendo las tetas peludas del amigo Richard, no acabo de entender su exposición.

—Le obligaron, para cobrar los drulocks que le prometieron, a someterse al cambio, a tener una apariencia extraña… ¿Ve los programas de holovisión de la Tierra?

—No me interesa mucho esa civilización decadente.

—¡A mí tampoco! —chilla. Está volviendo a alterarse—. Pero los veo en ocasiones… Bueno, lo cierto es que lo dejaron como a un Híbrido de Fundición, es una imagen que se lleva bastante ahí abajo en las ciudades que quedan en pie.

—Ya veo —digo.

—Sin embargo, en Ingmar City y todavía más en Ostrich, es una provocación. Es identificarse como un terráqueo y eso, a los nacionalistas, no les gusta demasiado.

La conversación termina aquí. Me levanto, me despido y le digo que ya la llamaremos si necesitamos alguna aclaración más. Salgo a la galería aérea por la que entré.

Time: 10.03

Hay algo que no me cuadra.

No creo en las casualidades. Sólo tengo más preguntas: ¿Por qué estaba Komaropoulos trabajando en el "Moon by the Sea"? ¿Por qué imitaba la imagen de Huisman? No le valió de nada; destrozado contra el suelo ya podía ser el mismísimo Bismarck, que nadie lo hubiera reconocido. ¿Por qué Chinarro quiere eliminar a Huisman? Y, sobre todo ¿dónde cuadra Leelan Spandarian y el clan de los Armenios en todo esto? ¿Es Sal Huisman la persona que se alojaba en el hotel?

En Athena todos buscan a Sal Huisman; en la Tierra también lo hacen: ellos porque mató al alcalde de Lisboa; nosotros porque nos lo manda Chinarro.

Siento un tipo de asco especial por todo lo que está pasando.


1 Responses to “- 4.10 -”

  1. Blogger Eowin 

    Bueno, bueno, esto se anima, desde los personajes a cada cual mas groteco.., a la historía... ya se encajan las piezas.

    Ps . Que desilusión imaginar un futuro asi.

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El Autor

    Ray Hodges
  • rayhodges
  • Ostrich City, Athena
  • RAY J. HODGES nació en Dayton, Ohio, en 1945. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Columbia. Tras obtener su título universitario, y ante la imposibilidad de encontrar empleo como periodista, se dedicó a la vida contemplativa y al estudio del canto del estornino californiano. En 1978, a la tierna edad de 33 años experimentó una epifanía, se trasladó a vivir a España y se rebautizó José Antonio Labordeta pero nadie le creyó. Ha estado casado cuatro veces y se ha divorciado otras tantas. En la actualidad le es imposible desplazarse por motivos familiares.
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