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Tras innúmeras deliberaciones, Disney resolvió que lo más adecuado sería introducir a su protegido en un baúl para que ambos pudiesen salir del edificio sin problemas. De ese modo, si cualquiera de los ciborgs que guardaban la entrada de acceso a las aerococheras intentaba registrar su cajón, podría declarar que en su interior no viajaba más que un puñado de telas obsoletas.
Y eso fue lo que hizo: Introdujo a presión a Sal Huisman en el interior del baúl de viaje y lo arrastró a duras penas hasta la puerta del montacargas. El interior de la caja estaba forrado de terciopelo rojo y olía a naftalina, como casi todas las cosas en casa de Disney. A cada empujón, Sal podía percibir con mayor nitidez el crujido constante de sus maltrechos huesos.
Disney condujo el cajón hasta la entrada del aeroparking. Tecleó el código de acceso restringido de máxima seguridad:
—1, 2, 3…
Y la barrera de protección se desvaneció automáticamente con un zumbido.
Un ciborg metalizado marca Cialis provisto de implantes humanos y luces de emergencia se acercó hasta donde estaba con paso patituerto. Con tono inquisitivo le preguntó:
—¿Naturaleza de la salida?
—Reciclado de ropa vieja.
—¿Tiempo estimado?
—Unos veinte walters, no más.
—Puede seguir.
El aerocoche de Disney permanecía suspendido en el aire en una de las plazas más oscuras y apartadas del garaje. Era un viejo Ford Titanius de color esmeralda con cortinillas y lunas moradas. El anciano se subió a él a través de la escalerilla y redujo los niveles de flotación para poder introducir el equipaje en el maletero.
Golpeó levemente la tapa del baúl con los nudillos.
—¿Se encuentra bien, señor Rogers? —preguntó.
—Shi… —respondió Huisman tímidamente.
—Bien.
Disney dejó caer el cajón en el portamaletas y el aerocoche descendió otros dos palmos sobre el nivel del suelo. El viejo creyó oír entonces un leve gemido y algo parecido a una blasfemia pronunciada en hebreo, pero no le dio mayor importancia. Estaba acostumbrado a escuchar cómo su coche se quejaba cada dos por tres.
Se sentó a los mandos del aeromóvil y programó la ruta en el ordenador.