—No lo he tenido nada fácil, verá... —musitó Sal Huisman desde el suelo.
—Ya, ya sé que han puesto precio a tu cabeza. No hace falta que me lo cuentes: Estoy informado y te alegrará saber que ya he tomado las medidas oportunas —interrumpió Dolphin rápidamente— La policía te busca. Un viejo imbécil llamado Siphronius Radzinski y su compañera, una zorra de Chinarro, llamada Miranda Butler. Eso es lo que más te debiera preocupar ahora.
—En realidad... —comenzó a decir Sal.
—Sí, sí, —cortó Dolphin— ya lo sé. Sé que te las han hecho pasar putas. Desde el Bar de Big Joe hasta el desafortunado incidente de los subterráneos. Te he dicho ya que lo sé todo. Por suerte has dado con un alma caritativa:
El viejo ese te ha salvado el pellejo.
—Sí... —contestó Sal sin dar opción a ser interrumpido.
Dolphin se lo quedó mirando en silencio. Sonrió levemente. Se pasó la mano por el tupé y lanzó una gran risotada, como un torrente, antes de decir, entre risas:
—¡Has estado a punto de joderlo todo, joder!