- 6.02 -


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Recordarme (?)



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Entreveo brevemente muebles destrozados y cojines rasgados en mi camino hacia la dermoletrina.

Detrás de mí quedan los pantalones, los cuales empiezan a tener consciencia propia, por lo que me siento tentado por un instante de pedirles que investiguen la intrusión por su cuenta.

Me encierro en el baño. No puedo sino actuar presa de terribles temblores. Tengo que ver a un médico; esto no puede seguir así.

Mentiría si dijera que pensaba en los enemigos que me estaba creando con esta absurda investigación sobre Huisman y su sustituto transexual; si dijera que pensaba en Miranda Butler y en sus miradas de odio o si dijera que pensaba sobre el hambre en el mundo. Mentiría porque no pensaba en nada salvo en cagar.

Unos interminables segundos después todo ha terminado. Salgo sudando del aseo, desnudo y vacío. Los visitantes habían tirado las estanterías del salón al suelo, pero pasan unos cuantos segundos hasta que mi corazón se ralentiza y empieza a importarme algo.

La alfombra está rajada, el relleno de los cojines vuela alegre gracias a las corrientes de climatización; la enorme pared acristalada que me separa de la calle está quebrada de un fuerte golpe para lo que se necesita un objeto muy contundente; mi sistema de proyección de tres dimensiones está pisoteado también, pero lo peor no había llegado: en lo que queda de mi dormitorio hay una caja de cartón encima de la consola del campo gravitacional de descanso...

No quiero abrirla pero una fuerza me empuja a hacerlo. Sé que me iba a encontrar algo horrible; con las manos temblando agarro la caja, que se me escapa de las manos; su contenido cae con un ruido sordo: Es una cabeza humana.

La cabeza rueda unos instantes por el suelo del dormitorio, hasta chocar con mis zapatillas de felpa. Desde allí me observa, culpabilizándome, mi vecino Alistair, el simpático pedófilo de la puerta de al lado.

Coincidiendo con el macabro descubrimiento, suena el comunicador interno de la casa.

—¡Descolgar! —grito tembloroso.

—¿Señor Radzinsky? —dice una siniestra voz extranjera. Las pantallas están destrozadas y no puedo ver a mi interlocutor.

—Presente.

—Tengo un mensaje para usted...

—Hola. Supongo que es usted quien me ha dejado este regalito.

—Los dos sabemos que sí —afirma arrastrando las palabras como si estuviera borracho— Seré breve: mis jefes piensan que el señor Huisman era una persona despreciable, culpable de horribles crímenes que le afectaron mentalmente, por lo que está mejor muerto, espachurrado contra el suelo de una calle de Ostrich City.

—Le sigo.

—Y que no tiene sentido pensar que el fallecido es una persona distinta a Huisman, ¿verdad?

—Mmmm...

—Por lo tanto, deje usted de darle vueltas a las cosas. La investigación ha concluido. Convenza a su compañera de que vuelva a la Tierra, de que su trabajo aquí ha terminado.

—Miranda es una chica terca, se lo puedo asegurar señor...

—Llámeme señor Dolphin si quiere, Radzinsky. Mire... haga lo que le he dicho. La historia termina aquí, espero no tener que volver a tratar con usted. No quiero tener que sustituir la cabeza de su curioso vecino por la suya, ¿ha quedado claro?

—Cristalino —afirmo. La comunicación se corta.

La cabeza de Alistair me mira. La cabeza de Alistair me interroga: ¿Qué hacemos ahora?


1 Responses to “- 6.02 -”

  1. Blogger Sal Huisman 

    Estimado Señor Hodges:

    Por la presente le comunico que he iniciado los trámites pertinentes a través de mis abogados para que blogger.com, filial de Google Inc, y su proveedor de ISP entreguen los datos de su persona, ya que he presentado denuncias en Delaware y Madrid contra usted por injurias, calumnias y he solicitado "punitive damages".

    Estoy harto de usted sr. Hodges.

    Estoy vivo y harto de sus menciones. ¡Déjeme tranquilo y no ponga más links a mi página! Mi obra/blog está dentro de un período de reflexión.

    Atentamente,

    Sal Huisman

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El Autor

    Ray Hodges
  • rayhodges
  • Ostrich City, Athena
  • RAY J. HODGES nació en Dayton, Ohio, en 1945. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Columbia. Tras obtener su título universitario, y ante la imposibilidad de encontrar empleo como periodista, se dedicó a la vida contemplativa y al estudio del canto del estornino californiano. En 1978, a la tierna edad de 33 años experimentó una epifanía, se trasladó a vivir a España y se rebautizó José Antonio Labordeta pero nadie le creyó. Ha estado casado cuatro veces y se ha divorciado otras tantas. En la actualidad le es imposible desplazarse por motivos familiares.
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