- 6.06 -


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Recordarme (?)



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—Han forzado mi apartamento —le digo— Ven hacia aquí, pero antes busca información sobre un tal Dolphin.

En el pasillo del hogar de mi vecino tropiezo con algo, bajo la mirada y encuentro el cuerpo de Alistair. Interrumpo la comunicación.

¡Vaya, así que estabas aquí! pienso. Por lo menos, mi pedófilo favorito no murió siendo un cotilla: tuvieron que entrar en su apartamento a por él, lo que me facilita la eliminación de las pruebas.

Apoyo la cabeza de Alistair sobre su espalda y, satisfecho de mi talento estético, me regodeo anticipando la confusión que sufrirá el comisario Littlefellow cuando encuentre este pastel. Sé que me mirará a mí, pero ya no estaré aquí.

De vuelta en mi casa tiro el papel de regalo y la caja que contenía la cabeza de Alistair al desintegrador de residuos.

Satisfecho, busco en el armario de la dermoletrina y encuentro un juguetito ilegal que me trajo alguien de la Tierra hace varios burtembres: un disruptor magnético. Lo escondo aquí porque nadie tiene los cojones para entrar en mi santuario intestinal a buscarlo. Silbando, lo enchufo y digo "Luis" mientras un fogonazo enorme surge del aparato.

El mundo se detiene.

Sin dejar de canturrear un himno del Gran Goyo Ramos observo a mi alrededor: el suministro de energía se ha interrumpido, el edificio de apartamentos está a oscuras, en silencio.

Unos scotts más tarde la actividad se reanuda. Con un sordo murmullo el Frankenstein de hormigón en el que paso las solitarias noches de mi vejez vuelve a la vida. Lanzo también el disruptor al desintegrador de residuos, y lo despido con un gesto de mi mano gordezuela: "Te echaré de menos, amigo".

Elimino el riesgo de que alguien encuentre el disruptor y de que de esa manera me relacionen con lo que acaba de pasar: con este juguetito no sólo he desactivado todo el sistema de seguridad del edificio, sino que se han borrado todos los servidores del edificio que almacenan los datos de entrada y salida de los apartamentos y los holovídeos de seguridad de los pasillos.

Si el tal Dolphin pensaba que iba a obstaculizar mi labor creándome un problema con la muerte de Alistair ha fracasado.

Mi nariz detecta entonces un olor a hembra en celo. Me giro hacia la puerta en el momento en que Miranda Butler entra en mi casa. Le dedico la mejor de mis sonrisas.

Day 2-Time: 01.00


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El Autor

    Ray Hodges
  • rayhodges
  • Ostrich City, Athena
  • RAY J. HODGES nació en Dayton, Ohio, en 1945. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Columbia. Tras obtener su título universitario, y ante la imposibilidad de encontrar empleo como periodista, se dedicó a la vida contemplativa y al estudio del canto del estornino californiano. En 1978, a la tierna edad de 33 años experimentó una epifanía, se trasladó a vivir a España y se rebautizó José Antonio Labordeta pero nadie le creyó. Ha estado casado cuatro veces y se ha divorciado otras tantas. En la actualidad le es imposible desplazarse por motivos familiares.
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