El director estaba esperándonos a la puerta de la suite. En silencio nos abrió la puerta, pasamos y la cerró detrás de nosotros. Aparentemente, se le habían pasado las ganas de discutir que había manisfestado un par de bismarcks antes.
Un viento helado barría la habitación, haciendo volar alrededor de la misma hojas en blanco con el membrete del hotel:
—¿Qué es eso? —preguntó Miranda.
—Es papel —contesté. ¿De dónde ha salido esta chica, por Dios? ¿De la selva?
Ella se encogió de hombros, inocente y deseable, torturadora.
—No me gustan las antigüedades —explicó.
Nos paseamos por la sala. Salvo por el hecho de que la barrera calórica de la terraza estaba abierta, no encontré inicialmente nada inusual. Los cortinones de terciopelo ondeaban amenazadores y una lámpara de araña se balanceaba en el techo peligrosamente. Caminé sobre las hojas, las cuales habían volado del enorme escritorio, hecho de un material que imitaba la desaparecida madera de caoba de una forma que imaginé muy acertada. Miranda cogió una de las hojas y la contempló con estupefacción.
A su joven edad, toda firme toda ella, Miranda ignoraba la ola revival del siglo XX que nos había azotado hacía más de 30 años athénicos. Terrible plaga de langostas sólo comparable al resurgir del reggaetón que sufrimos a principios de este siglo. Dicho revival había provocado casos como el Moon By The Sea, espeluznante ejemplo de lo que nunca debería volverse a repetir: un hotel monstruo con más de 10.000 habitaciones, que sólo se mantenía abierto gracias a las subvenciones que recibían actividades deficitarias como las turísticas; con una arquitectura y decoración pretendidamente inspirada en los comienzos de dicho siglo el hotel era un anacronismo decadente.
Me vi a mí mismo, contemplé a Miranda que había descubierto la utilidad del papel y lo masticaba con entusiasmo mientras me sonreía y comprendí que los anacronismos decadentes tenemos un encanto especial, que sólo personas excepcionales pueden apreciar.
Entonces, será cierto eso que dicen que ya está todo inventado y sólo nos queda reciclar y copiar de épocas anteriores?
Y tan cierto, Mi. Y tan cierto.