Cuando la nube de polvo remitió parcialmente, Sal pudo ver como unos hombres salían de varios rincones del hall de entrada y se abalanzaban sobre el aerocoche de Disney, mientras el anciano intentaba salir de la cúpula protectora de seguridad del vehículo.
Nuestro héroe, desde la seguridad del guardarropa al que había sido despedido con el impacto, estudió la situación:
Se encontraba en lo que era la entrada principal del Teatro de la Ópera desde el cambio climático y buscaba, de forma aparentemente tosca, la manera de encontrar a Leelan Spandarian, pues según la información con la que contaba, éste tenía su base de operaciones en el mencionado Teatro.
La entrada en el recinto, tras estrellar el aerocoche de su recién estrenado compañero de fatigas Walt Disney, había provocado que decenas de hombres armados atacaran el vehículo en el que el viejo se había quedado encerrado. El campo de fuerza de la nave repelía a duras penas los disparos de los sicarios, que iban a abordarlo directamente cuando uno de ellos ordenó a un grupo de 4 cyborgs que montaran un cañón térmico portátil para incinerar el vehículo. Disney enarcó las cejas en un curioso gesto de terror.
Al momento siguiente Disney sacaba una pequeña y ridícula bandera blanca ondeando por la ventana. Los hombres de Spandarian lo sacaron a rastras del vehículo.
Sal se planteó, durante unas breves décimas de segundo de reflexión, intervenir; mas vio claro que nada podía aportar a la desesperada situación, por lo que cuidadosamente se apartó del guardarropa y se lanzó al galope por un pasillo que se abría a su derecha, lejos de las miradas de los sicarios, ocupados en retorcerle la nariz a Disney, que se quejaba y alegaba de forma inconexa derechos de dudosa aplicación.